Es verdad hace tiempo que no tenemos ninguna fotografía, tenemos cámaras pero no las usamos. No somos feos. No vamos a romper nada. Pero para qué capturar sólo (y no soltanto) lo visual, lo que está a la vista, si vale mucho más un recuerdo hecho de sensaciones, de caricias, garras, olores y fragancias, de sabores, de miradas cómplices y otras hambrientas. Y mentira, no vale mucho más, lo vale todo. Sentir en la piel y el alma lo que sólo se puede ver vale demasiado; vale tanto como para dejarse invadir y escapar del presente.
Mejor un recuerdo vivo que una fotografía borrosa o descolorida con el tiempo. Mejor un recuerdo que no muere, que simplemente se olvida y que solo basta recordar.
Mejor con las olas del mar.
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