Entre cuatro paredes que parecen ceñirse sobre uno mismo, el
primer impulso a seguir es el de abrir la ventana al frío del invierno. El
siguiente es la huida que empieza por ponerse un buen par de botas y sigue al bajar
las escaleras corriendo, atrapar el abrigo al vuelo, pasarse la manga derecha
antes de abrir la puerta y la izquierda después de cerrarla tras de sí. Luego,
sin aminorar la marcha, también se bajan de un salto los escalones que quedan
hasta el portal que da a la calle y, casi sin respirar, se echa a correr en la
noche para seguir caminando junto a las vías, siguiéndolas un poco como The Station Agent pero por ir a algún lugar
y sentir de nuevo el aire que no entraba bien tan sólo unos minutos antes.
Estos impulsos, tan naturales y tan adentro... se quedan
encerrados en una vía de escape alternativa, aquella que consiste en no abrir
la boca, de no cruzarse con nadie ni de hacer caso... pero sí de reconstruir
entornos propios, de ponerse kimono o de seguir desnuda, de sentir el aire frío
en la piel, de oler el invierno o seguir escuchando las notas que invaden el
salón con su luz cálida, de leer las palabras de otros impresas en papel o perderse
en una mirada sin palabras y que al siguiente despertar todo vuelva a ser
libertad en calcetines, casi sin ropa, entre pelos y lametones para decir que
estamos aquí y con cafeteras y sartenes esperando para volver al sol con ricos
sabores y notas de Sigur ros.
Ahora toca dejar los sueños para la noche, hoy es hoy y ya ha empezado, wanting to
be left alone or not, el sol ha salido y en esta mañana de enero es esa
naranja la que le ha dado color. Vayamos a dar un paseo para seguir con los
quehaceres de la jornada, la música en los bolsillos del vestido y el abrigo
bien cerrado hasta arriba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario