Se había congelado. La habitación en la que se encontraba se había convertido en su prisión y su cuerpo en su propia jaula. Quería gritar de horror pero sus músculos no aceptaban las señales que les mandaba su cerebro. No podía emitir sonido alguno. Estaba atrapada dentro del cuadro, se había convertido en protagonista y tenía miedo. Su corazón le dolía, le ardía, quería salir de su cuerpo pero su piel lo retenía. El dolor era cada vez más insoportable. Sus muñecas y tobillos le ardían pero por dentro estaba congelada.
Lo había comprendido, de alguna manera, las líneas que leía eran la historia de su propia vida. Pero ¿y su compañero? ¿Dónde estaría entre tanto horror? Aquella obra representaba su miedo pero no había nadie más allí. ¿Iría a salvarla? ¿Estaría vivo todavía? ¿Seguiría adelante la misión o quedaría abortada? ¡Qué de preguntas! Eso lo sabría en el punto de encuentro. La misión la tendrían que terminar con paciencia cumpliendo cada uno con su cometido, si es que hubiese alguna forma de llegar vivos a la meta.
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