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jueves, 19 de julio de 2012

Comme un poisson dans l'eau

Eira se estremeció. Su cuerpo inundado en un sudor frío tembló en medio de la noche. Se levantó asustada. No sabía qué podría haber sido pero se temía lo peor. Posó los pies descalzos uno delante del otro, y desnuda se acercó hacia la mesa en la que seguía el dossier. Su pelo rojizo caía lacio por su espalda, ya se estaba oscureciendo. De lejos todo parecía seguir en orden, como apenas unas horas antes. No había recibido ninguna notificación de la fundación ni ningún otro tipo de señal hasta este mal despertar. Algo le producía un pánico inquietante.

Cuando llegó a la mesa, en el lugar exacto en el que unas horas antes había redactado las últimas líneas de la jornada anterior, se encontraban los restos milimétricos de lo que era una misión. Sabía lo que significaba pero no lo quería entender. Era imposible, los pasos a seguir no eran tan complejos, consistían en un pequeño rompecabezas que había diseñado ella para su compañero, lo habría acertado seguro. Luchar, eso también lo habría logrado hacer, era demasiado fuerte y opaco como para dejarle entrever a su oponente el mínimo destello de debilidad. ¿Habría dudado quizás? No, aunque si hubiese sucedido, no lo habría mostrado. Podía llegar a ser infranqueable. Dave podía bloquear esferas de su mente mientras otras seguían activas con tal de ocultarse. Eira lo sabía. Había aprendido a leerlas. Incluso empezaba a aprender a activarlas y desactivarlas. 

Pero algo había ido mal, un dossier no se desintegra. Una misión, no la abortan sin más los de arriba. ¿Por qué acabar con todo? Habían seguido las órdenes, habían mantenido las conexiones en el mejor estado. "¿Por qué?", se preguntaba una y otra vez mientras sus ojos buscaban en la pared... un indicio, algo. No había nada, nada se había movido, ni el más mínimo centímetro de ladrillo rojo. Cogió el vaso de agua de la estantería pero se vio obligada a dejarlo más abajo encima de la mesa. Se estaba asfixiando. Abrió de par en par las persianas y salió al balcón en busca de más aire. Poco a poco volvía a respirar pero el dolor seguía allí, no se disipaba, era desgarrador.

Sí, lo sabía. Lo había visto en otros. Se lo habían dicho también pero nunca había querido admitir que le acabaría pasando a ella. Una vez sucedía, sólo le quedaría la esperanza de volver a verle en cuerpo, su alma, como ella prefería llamarlo, se habría borrado para siempre. No quedarían aquellas fotos, memorias y contraseñas. De todo, sólo quedaba ella.

Incluso en aquel recipiente transparente, aunque inerte, aquel cuerpo de colores navegaba a la deriva entre el fondo y la superficie. El color anaranjado de sus escamas perdía brillo y sus aletas se empezaban a deshacer en aquellas aguas mientras dejaba de existir. Él tampoco había podido esperar a que ella volviera.


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