Como todos los días desde que le remitieron aquel dossier, se obligaba a seguir las directrices rutinarias respecto de los buenos hábitos y de la seguridad, pero sus impulsos le indicaban lo contrario. Habrían tenido que evaluar su nivel de impulsividad antes de ofrecerle ese contrato. Pero como confiaban en su buen hacer, tenía que acatar las normas, aunque pensara en seguir, en no llegar a la casa de destino nunca, en conducir sin rumbo por la ciudad o simplemente en seguir por aquella autovía del Mediterráneo... Sí, seguir hasta Alicante quizás.
«Sí, ¡Señor!» volvía a escuchar en su cabeza. Había jurado no desviarse del plan, había prometido cumplir con las órdenes que había recibido... así que ante las contradicciones de su corazón, decidió volver, recuperar los minutos perdidos en velocidad y pasar por el marco de la puerta antes de que fuera demasiado tarde.
Una vez allí, se tocó el pecho, aliviada. «Sigue latiendo».
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